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¿UNA NUEVA GUERRA FRIA?

En el contexto actual, dominado por el 'relativismo intelectual y moral' y, al mismo tiempo, debido a la presencia de una 'intransigencia vociferante' no pocas veces violenta, es muy difícil conocer la verdad de lo que está ocurriendo en el mundo.

Existen versiones tan contrapuestas de los hechos que configuran las realidades sociales, culturales y económicas de las naciones y sus pueblos, así como de sus relaciones internacionales, que inducen a pensar que tal vez vivimos en una 'paz aparente', bajo una amenaza latente similar a la Guerra Fría del siglo pasado.

Sin embargo, en la práctica, existe una diferencia radical entre ambas amenazas. Durante la Guerra Fría todos conocíamos sin lugar a dudas cuales eran los bandos en pugna – la Unión Soviética versus los Estados Unidos y Europa Occidental –, sus posiciones ideológicas – el comunismo marxista leninista versus el liberalismo económico capitalista – y, además, las fluctuaciones de la amenaza de un conflicto nuclear sin vencedores, así como los esfuerzos por evitar esa catástrofe.

Hoy, en cambio, tras la caída del Muro de Berlín, podemos preguntar sin tener respuestas claras y precisas: ¿Quiénes son los adversarios? ¿Cuáles son las ideas en conflicto? ¿Cuáles son las fuentes del poder de unos y otros?

Aquí, la primera conclusión evidente es que la Guerra Fría terminó, afortunadamente sin ese enfrentamiento nuclear, con la victoria del capitalismo sobre el comunismo. Y, al parecer, con ello también habría terminado el conflicto ideológico liberalismo-marxismo.

En su remplazo, hoy tenemos, desde fines del siglo XX, una nueva 'metodología de difusión de las ideas' reducidas a temas específicos – el feminismo, la sexualidad, la contaminación ambiental, el balance ecológico, el cambio climático, las migraciones, el desarrollo sustentable, etc., etc., cuya principal fuente ha sido la Organización de las Naciones Unidas, O.N.U., hecho que la ha llevado a convertirse en el agente principal del desarrollo, promoción e implementación de un carácter globalizador 'ideológico', en clara concordancia con capitalismo global y con absoluta autonomía debido a la ausencia de una Autoridad Mundial legítimamente establecida que pudiese controlar sus excesos.

Lo más sorprendente de todo es que esta alianza de hecho ha encontrado un 'socio político' inesperado: el 'internacionalismo socialista' –bajo la sombra de una China Communista aliada del capitalismo tecnocrático–, que hace posible la implementación de tales ideologías puntuales dondequiera controla el poder político a nivel nacional.

Y es precisamente en tal contexto que el ideologismo de izquierda ha impuesto, además, el método de 'violencia vociferante' destinado a acallar y amedrentar a quienes piensan y opinan diferente, mediante manifestaciones organizadas y dirigidas por 'mercenarios' financiados principalmente por el magnate multi-billonario húngaro George Soros.

Esta degradación cultural ha pasado a ser un hábito en las universidades, en las asambleas públicas o privadas y donde quiera sea necesario acallar los legítimos desacuerdos imponiendo la voluntad de la turba. De donde se desprende que éste es un signo revelador de una mentalidad totalitaria decidida a usar todos los medios a su alcance para terminar definitivamente con el sistema democrático.

Verdaderamente trágico.

 

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